7 de noviembre de 2017

Turandot en el Teatro Cervantes 2017/18

Turandot - Teatro Cervantes 2017/18

Aunque por motivos de conciliación familiar no me prodigo en el blog lo que me gustaría, y ya que mi tribuna sigue abierta, la aprovecharé para explayarme cuando las redes sociales se me queden cortas de espacio.

Por primera vez escribo aquí sobre el teatro de mi ciudad, el Teatro Cervantes de Málaga, España, para los seguidores foráneos. Después de una serie de temporadas en precario, con escasamente un título salvable en cada una y el resto producciones de saldo enlatadas, ésta, la número 29, se presenta ilusionante en una ciudad que ya iba mereciendo subir el listón.

La elección de la obra inaugural, Turandot, una ópera del repertorio habitual, ha resultado un acierto en la programación. También que la propuesta más ambiciosa de la temporada sea la primera es una declaración de intenciones de que algo está cambiando en Málaga. He acuñado el término “efecto Turandot” y espero que este sea el tan necesario punto de inflexión para elevar la lírica en esta ciudad al lugar que le corresponde por población y afición.

Turandot fue la última ópera compuesta por Giacomo Puccini, que además quedó inconclusa por su repentina muerte, siendo terminada por el también italiano Franco Alfano, que orquestó el final, desde la muerte de Liù, valiéndose de algunas notas del autor y rescatando pasajes de otros momentos de la obra.

Esta producción que se nos presentaba en Málaga procedía del Teatro de la Maestranza de Sevilla donde se representó en la temporada 2009/10 y que venía remontada de una producción del Teatro La Fenice de Venecia estrenada en la temporada 1997/98. A pesar de los casi 10 años de antigüedad de la misma el despliegue técnico y la complejidad escenográfica parecieron propios de teatros de una categoría en la que siempre debiera estar el Cervantes.

Con estos mimbres se programaban dos funciones, viernes y domingo, que a las pocas horas de ponerse a la venta colgaban el cartel de “no hay billetes”, circunstancia que provocó que el ensayo general del miércoles se convirtiera, de facto, en una tercera función, en la que para conseguir una invitación hubo que hacer una cola kilométrica. Desde la gerencia del teatro podrían tomar nota para el futuro y calibrar la expectación, pues mucha gente interesada se ha quedado sin asistir, programando una tercera función.

Después de esta introducción con tintes reivindicativos vamos a analizar la función a la que asistí el pasado domingo, día 5 de noviembre.

El director de escena, Emilio López, demostró gran habilidad para coordinar a un buen número de miembros en el escenario. Esta ópera, casi como ninguna otra, se presta a la muchedumbre en escena y es muy meritorio el que todo sucediese en el tiempo y forma adecuados. Detalles como el despliegue de pergaminos por parte de los sabios, las tentaciones a Calaf con las doncellas de la princesa, el robo de la daga con la que se suicida Liù, etc. Todo bien trabajado aunque con la ventaja de ser una producción más o menos trillada. Como nota negativa la posición lateral a la que quedó relegado el emperador, restándole la solemnidad que requiere su lugar presidiendo la escena. Un ejemplo de talento en la dirección, acompañado de las cualidades vocales que exhibieron, fue la escena de los ministros al comienzo del segundo acto. Difícil hacer más con dos simples mesas auxiliares y el telón bajado, sin que el espectador echara en falta nada. Un acierto ese conjunto.

La escenografía rotatoria ofreció dos caras, la gran cabeza coronada y el altar del palacio, también algunos estados intermedios que dieron más juego. Hoy en día no vamos a inventar los escenarios rotatorios pero hay que reconocer que los primeros teatros del mundo los siguen usando como recurso, en cualquier caso, dio empaque al conjunto y transmitió grandiosidad. Vamos bien. El vestuario que también hizo el camino desde la capital hispalense fue el apropiado, siempre tomando como referencia para las producciones de corte clásico la histórica de Franco Zeffirelli. Mención especial merece el equipo de peluquería y maquillaje pues la caracterización de los no pocos personajes en escena fue fabulosa. Este aspecto sí fue marca de la casa.

En cuanto al reparto, un nombre destacaba por encima del resto. La soprano canadiense Othalie Graham, que había generado gran expectativa por su caché de talla internacional, cumplió con el complicado rol de la princesa de hielo. Por fin una gran diva visitaba Málaga. Su potencia vocal fue incontestable así como su dominio de una partitura tan exigente para su cuerda que pocas sopranos pueden abordar con solvencia. A nivel escénico fue una gigante con una presencia y actitud cautivadoras. Desconozco como se desenvolverá en otros roles pero parece nacida para ser la princesa Turandot. Lamentablemente, y bajo mi humilde opinión, el tenor murciano Eduardo Sandoval no estuvo al nivel del resto del reparto. Mal tanto en el material que exhibió como en la técnica, se le vio esforzado pero sin éxito. No le recordaba así cuando cantó Canio de Pagliacci en este mismo teatro hace dos temporadas. A pesar de los esfuerzos del director por no taparlo con la orquesta no se impuso en ningún momento y solo mostró algún signo de mejoría al final pero dejando un muy descafeinado Nessun dorma. La Liù de la soprano andaluza Ruth Rosique estuvo mejor actuada que cantada, aun así dejó buen sabor de boca en su segunda intervención con su desgarradora muerte. Mostró un vibrato un tanto desagradable al comienzo que hace pensar que su voz sea más adecuada para otro tipo de repertorio. Felipe Bou fue un magnífico Timur de timbre agradable y potencia adecuada a pesar de la dificultad de cantar tumbado en el tercer acto. Muy destacada la actuación de los tres ministros Pong, Ping y Pang, por ese orden de mejor a peor, a saber, Luis Pacetti, Antonio Torres y Emilio Sánchez, aunque en conjunto resultaron uno de los grandes aciertos de la noche, sobre todo en su momento cumbre al inicio del segundo acto. Divertidos y comprometidos a partes iguales. Muy bien cantando, quizás demasiado por ser más un papel de carácter, el emperador de Cipriano Campos. El mandarín de Juan Manuel Corado, correcto sin más.

Intercambio de tweets con la protagonista

El coro de Ópera de Málaga estuvo sublime, aunque algunos lo desconozcan, por suerte cada vez menos, es uno de los grandes valores artísticos de la ciudad. Está a un nivel de reconocimiento nacional y ya no es sorprendente que sean de lo más destacado de la función. Salvador Vázquez, su director, tiene mucho mérito en esto. La Escolanía Santa María de la Victoria con su director Narciso Pérez del Campo, también cumplieron con la cita.

La dirección de la Orquesta Filarmónica de Málaga a cargo de Arturo Díez Boscovich fue otro de los atractivos de la noche. Se percibió mucho trabajo en la preparación y transmitió entusiasmo durante la representación. Que la OFM es una gran orquesta no es noticia, pero en sus manos la ópera en Málaga brilla con luz propia. También lo percibí así en el último L’Elisir d’amore que dirigió temporadas atrás. El joven director malagueño, tiene mucho talento y aunque parece encasillado en las bandas sonoras y la música cinematográfica, no debería descuidar a la ópera pues tiene potencial para ser un referente y en Málaga siempre debería contarse con él.

En definitiva, este Turandot ha resultado un éxito con muchas luces y pocas sombras. Esta primera ópera y la planificación de la temporada nos ha reconciliado a muchos con la gestión del Teatro Cervantes con respecto a la lírica. En Málaga los días previos se ha respirado ópera, espero y deseo que este “efecto Turandot” haya llegado para quedarse.

TURANDOT de Giacomo Puccini

Turandot
Othalie Graham
Calaf
Eduardo Sandoval
Liù
Ruth Rosique
Timur
Felipe Bou
Ping
Antonio Torres
Pang
Emilio Sánchez
Pong
Luis Pacetti
Emperador Altoum
Cipriano Campos

Director
Arturo Díez Boscovich
Director de escena
Emilio López
Escenografía
Teatro de la Maestranza
Diseño de vestuario
Teatro de la Maestranza

Teatro Cervantes, Málaga, 5 de noviembre de 2017