12 de mayo de 2019

Ópera en el cine: Dialogues des Carmélites MET 2018/19

Dialogues des Carmélites - MET 2018/19

Otra temporada que llega a su fin, es la de las retransmisiones en directo para los cines del Metropolitan Opera House de Nueva York. Ayer fue el último de los diez títulos programados y, como es habitual, se avanzaron las diez óperas que se ofrecerán la próxima temporada 2019/20. Sobre este asunto ya me extenderé más adelante.

El teatro neoyorquino suele ser sinónimo de calidad y aunque esta temporada, por agenda, he tenido que ser selectivo con las retransmisiones a las que acudir, esta cita era ineludible. No en vano, el MET se ha tomado este cierre de temporada muy en serio, quemando las naves en cuanto al reparto y otorgando la imagen principal de su temporada a Isabel Leonard, protagonista de ésta ópera de la que vengo a hablar.

Dialogues des Carmélites es una ópera en tres actos del compositor francés Francis Poulenc con libreto de Emmet Lavery, basado en la obra teatral de Georges Bernanos, que a su vez está inspirada en la novela La Dernière à l’échafaud (La última en el cadalso) de Gertrud von Le Fort. Para abordar esta obra es necesario situarla en su contexto histórico, y es que su compositor, fallecido en 1963, la estrenó en 1957 en el Teatro alla Scala de Milán. Estamos, por tanto, ante una ópera del siglo XX con todo lo que ello conlleva respecto del lenguaje musical empleado. Para el público poco avezado hay que recordar que la música, la ópera y otras disciplinas artísticas están en constante evolución. No tendría ningún sentido hoy en día componer una ópera como lo hizo Mozart hace 250 años. Sobre otro ejemplo de este “nuevo” lenguaje musical, escribí años atrás cuando fui a Madrid a ver Billy Budd del compositor británico Benjamin Britten. Hecha esta advertencia, ya me encuentro en disposición de intentar transmitir con palabras lo presenciado ayer por la tarde.

Georges Bernanos, el autor de la obra de teatro sobre la que está basada esta ópera, se enfrentó a un doloroso final antes de morir. Este hecho, sobre el que reflexionó, le llevó a escribir un drama, ambientado en una etapa convulsa como la revolución francesa, sobre el miedo a la muerte como hilo conductor. Los diálogos tienen un peso específico importante en el resultado final de la ópera pero es la música de Francis Poulenc la que eleva esta obra a la categoría de sublime. Cada interludio orquestal es una joya en sí mismo. Los coros conmueven hasta lo más profundo del alma y el desenlace final, fruto de la tensión dramática acumulada, sobrecoge hasta el extremo.

La producción ofrecida, del británico John Dexter, data, nada menos, que de 1977 pero goza de una salud envidiable. Sencilla pero tremendamente efectista. La música de Poulenc habla por sí sola y el escenario resulta un mero soporte sobre el que discurren, sin oposición, los sentimientos. Una cruz latina en el suelo y una serie de elementos: fondos de estancias, rejas, un crucificado, etc., que bajan suspendidos, es todo lo que necesita el director de escena para recrear la angustia sobre lo que está por llegar. La escenografía de David Reppa, como se ha mencionado, escueta pero certera con la propuesta. El vestuario, a cargo de Jane Greenwood, estupendo. Cuidado hasta el más mínimo detalle para ser respetuoso con la época y mostrando una bellísima Isabel Leonard en el primer acto.

En líneas generales, la producción es soberbia. De líneas limpias donde la iluminación juega un papel fundamental, dando protagonismo y acotando cada uno de los momentos cumbres de la obra. Esta ópera pide a gritos una propuesta así en la que nada empañe las exquisiteces musicales que se suceden.

En cuanto al reparto, como ya mencioné al inicio, el MET ha echado el resto. Talento sobre el papel que suele traducirse en éxito sobre el escenario. Varias estrellas sobre la que destaca, por su papel protagonista, la mezzosoprano estadounidense Isabel Leonard. Fue una Blanche de la Force deliciosa. Aunque el papel está escrito para soprano lírica, la mezzo norteamericana le dio su toque personal con esa forma de cantar, aparentemente sin esfuerzo, que es un regalo para los oídos. Otra mención especial para la veterana soprano finlandesa Karita Mattila, que a sus 58 años sigue en plena forma vocal. Además su actuación como la moribunda carmelita Madame de Croissy fue memorable. Seguimos para bingo con la gran Adrianne Pieczonka, otra soprano de lujo para el rol de la nueva priora Madame Lidoine. Protagonizó, a mi juicio, el momento más lacrimógeno con su despedida “Mes filles, j’ai désiré de tout mon coeur vous sauver…”. Se me ponen los pelos de punta solo con recordarlo. Fantástica en todas las facetas Erin Morley, más talento norteamericano, como Soeur Constance. Creíble ingenuidad y muy sobrada vocalmente. Karen Cargill, mezzosoprano escocesa, estuvo a la altura del reparto estelar en el rol de Mère Marie de L’Incarnation. No menos exitosas fueron las interpretaciones masculinas. Tanto la del Marqués de la Force interpretado por Jean-Françoise Lapointe, barítono canadiense, que sustituyó al anunciado Dwayne Croft; como la del caballero de la Force, hermano de Blanche, interpretado por el tenor estadounidense David Portillo. Con tamaña empresa el MET no podía descuidar a los secundarios que brillaron en sus breves participaciones.

El coro del MET, con puntuales pero capitales intervenciones, contribuyó a los momentos de más dramatismo de la obra. Mención especial al “Salve Regina” y “Veni Creator”, cántico de la ejecución de las hermanas, que se va atenuando al final conforme van guillotinando a cada una de las carmelitas.

Qué diamante ha encontrado el MET con su nuevo director musical Yannick Nézet-Séguin. A sus 44 años ha firmado varios años con la orquesta del teatro neoyorquino y tras la escandalosa salida James Levine, nada como la estabilidad de este grandísimo director canadiense. Su lectura de la obra de Poulenc fue irreprochable. De sobra es conocido el nivel de esta orquesta, pero a sus mandos sonó como nunca.

En definitiva, este Dialogues des Carmélites fue una absoluta exhibición de talento vocal. La producción y el resultado final del todo satisfactorios. Tanto es así, que estoy convencido de que ésta grabación, no solo será comercializada en DVD y Blu-ray, sino que se convertirá en referencia de una obra que, a pesar de su corta discografía, es un auténtico tesoro.


DIALOGUES DES CARMÉLITES de Francis Poulenc

Blanche de la Force
Isabel Leonard
Madame de Croissy
Karita Mattila
Madame Lidoine
Adrianne Pieczonka
Soeur Constance
Erin Morley
Mère Marie L'Incarnation
Karen Cargill
Le Marquis de la Force
Jean-Françoise Lapointe
Chevalier de la Force
David Portillo

Director
Yannick Nézet-Séguin
Director de escena
John Dexter
Escenografía
David Reppa
Diseño de vestuario
Jane Greenwood

Metropolitan Opera House, Nueva York, 11 de mayo de 2019

8 de mayo de 2019

Otello en el Teatro Cervantes 2018/19

Otello - Teatro Cervantes 2018/19

El pasado domingo pude presenciar como bajaba el último telón que despedía la temporada lírica en Málaga. Suponía el broche a una semana en la que la ópera ha sido protagonista en mi ciudad. No en vano, después de una insistente presión mediática, se programaron tres funciones de una ópera que, sumadas a la apertura del ensayo general, depararon cuatro deliciosas veladas. Esto es: lunes, miércoles, viernes y domingo de ópera en Málaga. Pellízquenme.

De la 30 temporada lírica de Málaga ya escribí algunas líneas en su presentación, cuando reseñé La Traviata de noviembre o Aida, el pasado mes de marzo. A lo largo de todo el año, se ha ido alimentado la expectación por esta última cita que, a todas luces, se presentaba como el plato fuerte de la temporada. En la ópera, como en la vida, casi nada es gratis y casi nada ocurre por casualidad. Si bien una cuantiosa inversión no es sinónimo de éxito, sí que supone una garantía de ofrecer talento en todas sus vertientes. La porción importante del presupuesto, sin menospreciar la aclamada Traviata de Ainoha Arteta que abrió la temporada, se reservó para este Otello y se notó. En cambio, fue la raquítica Aida la que pagó los platos rotos de la limitación presupuestaria. No obstante, hay que felicitarse porque tres títulos hayan vuelto a la programación y lo hayan hecho para quedarse.

Centrándonos en el motivo de esta entrada, hay muchos asuntos que destacar. La vuelta a Málaga de nuestro paisano, Carlos Álvarez, es, sin duda, lo más significativo. La presencia de un trío protagonista, que formó con Jorge de León y Rocío Ignacio, de primer nivel nacional, también es para sacar pecho. Como último ingrediente, que ha colocado esta semana a Málaga en el centro del panorama lírico nacional, encontramos el debut como Otello del mencionado tenor canario. A continuación, paso a analizar la función a la que asistí el pasado domingo.

La producción del Teatro Principal de Palma, fue de corte clásico, sin reinterpretaciones del drama shakesperiano. La proa de un navío y su esqueleto, protagonizaron los cuatro actos. Con considerables dimensiones, la estructura ideada fue girando en cada escena para dar sentido a la trama, albergando personajes en el primer y tercer acto sobre la cubierta y recreando la alcoba de Desdémona en sus entrañas. Visualmente fue llamativo aunque funcionalmente dejó poco espacio en el escenario para el nutrido coro. Uno de los aspectos más llamativos de esta propuesta escénica fue la recreación visual, proyectada sobre el techo y los laterales del teatro, de una tormenta al inicio de la obra. Consiguió sorprender y captar la atención del público.

La escenografía la completaron un par de velas desplegadas que el encolerizado Iago fue rasgando en diferentes ataques de ira. En el último acto, Desdémona rodeó el navío portando una vela con la que consiguió una iluminación exquisita para la íntima canción del sauce. El vestuario de los protagonistas y del coro fue correcto. No fueron tan afortunadamente ataviados Lodovico y su séquito. En cuanto al maquillaje y peluquería, se agradeció un Otello creíble y no alguno que parece Baltasar sacado de la cabalgata de los Reyes Magos, por lo que, en este aspecto, un buen trabajo de los habituales del teatro.

En cuanto al reparto, me declaro un incondicional de Carlos Álvarez. El malagueño es, sin duda, uno de los mejores barítonos verdianos a nivel internacional. Se encuentra en un momento vocal dulce y resulta un gigante de la interpretación. Su sola presencia aporta muchos quilates a cualquier función. Construyó un Iago despiadado sobre el que recayó todo el peso interpretativo y vocalmente muy sobrado. Pareció encantado de volver a Málaga y en los aplausos finales, en los que el público se volcó, con razón, hizo un gesto con la mano de que volvería. No hay mejor noticia. Cuando uno aborda por primera vez un rol, es razonable que se cree a partes iguales expectación e incertidumbre. Le pasó al gran Jonas Kaufmann, como ya comenté, en este mismo papel de Otello, con dudoso resultado, por cierto. Que Jorge de León es un buen tenor, no hay duda, que cantará Otello con solvencia en un futuro próximo, diría que tampoco la hay. En esta primera aproximación al rol, al menos en la función del domingo, empezó algo agarrotado y con la voz engolada. Con el paso de los actos se fue soltando para acabar en un cuarto acto sensacional con un dúo para el recuerdo. La soprano sevillana Rocío Ignacio fue una Desdémona brillante. Su timbre en el agudo no me termina de gustar pero cantó con sutileza el último acto dejando un gran sabor de boca. Otro protagonista de la casa fue el tenor malagueño Luis Pacetti como Cassio. Su voz es bella y más que suficiente para abordar este tipo de roles. Un acierto que siempre se cuente con él como complemento de un buen reparto protagonista. Por último, me gustaría mencionar a la mezzosoprano Marifé Nogales, más que correcta como Emilia.

El Coro de Ópera de Málaga una vez más nos regaló una gran actuación y van muchas. Su director Salvador Vázquez, ahora también en labores televisivas con el programa Prodigios de RTVE, no ha descuidado su trabajo a los mandos de este talentoso coro.

La dirección de la Orquesta Filarmónica de Málaga, a cargo del italiano Marco Guidarini, fue reposada y sin estridencias. Realizó una lectura nítida de la partitura con una sonoridad especialmente cristalina en el último acto. En momentos faltó empuje, sobre todo en la tormenta del inicio de la obra que, no por falta de capacidad, como se pudo demostrar en el tercer acto, debió sonar atronadora. Lástima que, por el fervor mal medido del público, nos perdiéramos los sobrecogedores acordes finales de esta obra y tras los que sí proceden unos atronadores aplausos.

En definitiva, este Otello, clausuró una verdiana temporada que se presentó ilusionante y ahora podemos afirmar que cumplió las expectativas. La lírica en Málaga muestra signos de recuperación. Éste solo ha sido el primer chequeo médico, esperemos que siga la mejoría y no haya una recaída.


OTELLO de Giuseppe Verdi

Otello
Jorge de León
Desdémona
Rocío Ignacio
Iago
Carlos Álvarez
Cassio
Luis Pacetti
Roderigo
Manuel de Diego
Emilia
Marifé Nogales
Lodovico
Francisco Tójar

Director
Marco Guidarini
Director de escena
Alfonso Romero
Escenografía
Miguel Massip
Diseño de vestuario
María Miró

Teatro Cervantes, Málaga, 5 de mayo de 2019

Foto de Daniel Pérez

1 de mayo de 2019

Ópera en el cine: Faust ROH 2018/19

Faust - ROH 2018/19

Esta ópera fue retransmitida en directo desde la Royal Opera House de Londres y ofrecida por Versión Digital para España, a las 19:45, hora española, ayer 30 de abril de 2019. El precio de la entrada, que puede estar sujeto a variación según la cadena de cines, esta vez, en mi caso, en Unión Cine Ciudad fue de 13€. Si contamos con el prolijo ambigú que se sirvió en el intermedio de la retransmisión, uno se va cenado y con la sensación de haber amortizado hasta el último euro invertido.

Este Faust de Gounod fue la última retransmisión de la temporada 2018/19 desde el teatro londinense. Atrás quedaron la original propuesta de La dama de picas del director noruego Stefan Herheim, La traviata inolvidablemente interpretada por la soprano albanesa Ermonela Jaho o la sobrecogedora La forza del destino de reparto estelar formado por Anna Netrebko, Jonas Kaufmann y Ludovic Tézier. Ahí es nada. Será el próximo día 14 de mayo cuando se conozcan los títulos que ofrecerá la Royal Opera House para la próxima temporada 2019/20. Esperemos que esté, como mínimo, a la altura de la que hoy concluye.

Regresando al eje principal de esta entrada, vamos con mis impresiones del Faust ofrecido anoche.

Esta ópera de Charles Gounod, inspirada en una parte del Fausto de Goethe pero que bebe principalmente de la adaptación teatral Faust et Marguerite de Jules Barbier y Michael Carré, es un vivo ejemplo de la grand opera francesa. Nada menos que cinco actos en los que, como este subgénero operístico manda, encontramos: profusas escenografías, ballets, vestuarios suntuosos, gran masa orquestal y abundancia de personajes. Estrenada en 1859, contemporánea de Un ballo in maschera de Verdi o Tristan und Isolde de Wagner, para situarnos, Gounod nos regaló su obra maestra. No en vano, las estadísticas de Operabase la sitúan en el puesto 35 de las cien óperas más representadas, siendo la 3ª en francés y la primera del compositor.

La producción del aclamado David McVicar nos traslada al París de la década de 1870. La concurrida plaza parisina con exacerbado espíritu nacionalista, el frenético cabaret, la iglesia gótica o el mismísimo infierno serán los escenarios por los que, con maestría, el director británico hace discurrir a los protagonistas. Todo está cuidado hasta el más mínimo detalle. Por ejemplo, las margaritas dispuestas a lo largo de la escalera que conduce a la casa de Marguerite, se marchitan cuando Siébel, maldecido por Méphistophélès, las coge. Muy efectista y cargado de simbolismo el segundo acto, con un cristo crucificado en medio de la escena de cuyo costado llega a brotar sangre, para deleite de los esbirros de Méphisto, antes de acabar derrumbado. Sensuales y sugerentes escenas tanto en el cabaret como en el orgiástico ballet, sin necesidad de explícitos desnudos como acostumbran otros muchos directores. Además de lo mencionado, en la escenografía a cargo de Charles Edwards, encontramos toda una suerte de plataformas emergentes y fondos de decorado que se suceden con el discurrir de los actos, dotando a la producción de una apariencia casi fílmica.

En una propuesta tan detallista no podía faltar un vestuario de categoría. Mérito de Brigitte Reiffenstuel, que no solo tuvo la ardua tarea de ataviar a decenas de figurantes, bailarines y miembros del coro, sino que ideo distintas indumentarias para los protagonistas, que las alternaban con sorprendente rapidez en las entradas y salidas de escena.

En una ópera como ésta, con una relevante presencia de bailarines, es obligado mencionar al responsable de la coreografía, en este caso, Michael Keegan-Dolan. Las acrobacias y los números de ballet estuvieron muy trabajados, pero la mención especial la merecen los cuatro demonios que acechan a Marguerite en la iglesia, al final del cuarto acto, sus gestos y movimientos evocaban realmente a criaturas satánicas.

En líneas generales, esta producción, me causó una grata impresión. Una propuesta alejada de lo tradicional pero con un nivel de detalle y coherencia que no admite ningún pero. La atmósfera creada junto con el nivel de tecnología implementado la sitúan solo al alcance de los grandes teatros de ópera del mundo. Tamaña empresa solo puede llegar a buen puerto con una dirección de escena sublime, como así fue. Coordinar a tal número de individuos en escena y que en cada plano corto de la realización cada personaje actúe creíblemente con su entorno resulta impresionante.

En cuanto al reparto, nada más comenzar tuvimos la desafortunada noticia de que la soprano anunciada, la alemana Diana Damrau, a mi juicio, el gran atractivo del reparto, sería sustituida por Irina Lungu. Sin referencias sobre esta soprano rusa, puedo afirmar que el relevo de Marguerite fue satisfactorio, una voz de timbre agradable, buena técnica y una gran interpretación. El tenor estadounidense Michael Fabiano, ya me arruinó una Bohème y estuvo realmente mal como duque de Mantua en un Rigoletto que ya reseñé. Era lo que menos me apetecía de la velada pero, en honor a la verdad, es el mejor rol que le he visto cantar de los mencionados. Como actor tampoco es un portento, pero me conformo con que no desluciera una noche tan redonda. El triunfador de la noche fue el bajo uruguayo Erwin Schrott como Méphistophélès. Su interpretación fue memorable en lo actoral, iluminando la escena con su presencia y su bis cómica. Vocalmente perfecto aunque mostró falta de agilidad en su famosa aria Le veau d’or en el segundo acto. Otro que merece ser destacado fue el barítono francés Stéphane Degout como Valentin. Sin quitar mérito, por tratarse de su lengua materna, su dicción fue impecable y su emisión cristalina. Un gusto oírle aunque fuera un papel menor. Por terminar con los principales, correcta la mezzosoprano armenia Varduhi Abrahamyan como Siébel.

El coro del ROH, solo tuvo un pequeño desliz en el segundo acto, yendo a remolque de la orquesta por unos segundos pero que no fueron suficientes para empañar su gran actuación. Ofrecieron momentos íntimos y grandilocuentes, culminando con el éxtasis celestial.

A la dirección de la orquesta a cargo de Dan Ettinger, joven director israelí, como ya percibí la primera vez que le vi dirigir, por aquel entonces, Tosca, no le encontré ninguna pega. Su interpretación fue correcta en el tempo y por poner algún pero, quizás le sobraron decibelios en momentos puntuales, en los que tapo a unos cantantes que van sobrados de potencia.

En definitiva, este Faust fue un deleite para los sentidos. Obra completa per se, pero que requiere de un despliegue ímprobo para resultar satisfactoria del todo. La Royal Opera House de Londres lo volvió a hacer y esta temporada, me atrevería a decir que más que nunca, ha rozado la excelencia con estas producciones y repartos. Cierra Londres pero aún quedan grandes citas que disfrutar y sobre las que escribir. Este domingo Otello, desde el Teatro Cervantes de Málaga, y la semana que viene Diálogos de Carmelitas, en el cine desde Nueva York.

FAUST de Charles Gounod

Faust
Michael Fabiano
Méphistophélès
Erwin Schrott
Marguerite
Irina Lungu
Valentin
Stéphane Degout
Siébel
Varduhi Abrahamyan

Director
Dan Ettinger
Director de escena
David McVicar
Escenografía
Charles Edwards
Vestuario
Brigitte Reiffenstuel
Coreografía
Michael Keegan-Dolan

Royal Opera House, Londres, 30 de abril de 2019