Rigoletto - Liceu 2016/17 |
Esta ópera fue retransmitida en
directo desde el Gran Teatre del Liceu de Barcelona por Rising Alternative para
numerosas de salas de cine en Europa y América, a las 19:45, hora española,
ayer 6 de abril de 2017. El precio de la entrada, que puede estar sujeto a
variación según la cadena de cines, en mi caso fue de 19€ en Cinesur, que
además ha tomado como costumbre ofrecer un ambigú en el intermedio para todos
los asistentes, cuestión que merece ser puesta en valor.
Victor Hugo, en cuya obra teatral
Le roi s’amuse está basada Rigoletto,
se resistió durante años a ver la ópera. Cuando lo hizo, quedó fascinado con el
célebre cuarteto Bella figlia dell’amore,
expresando su admiración ante la superioridad de la ópera sobre el teatro.
Admitió que jamás habría podido hacer hablar a cuatro personajes expresando a
la vez cosas distintas y obtener ese maravilloso efecto de conjunto. Después de
esta anécdota histórica, corresponde analizar la función de ayer.
La producción, como ya se adelantó
en la preparación previa, estuvo dirigida por la holandesa Monique Wagemakers, como ya lo hiciera
años atrás en el Teatro Real de Madrid. Si bien me incluyo en el grupo de los
que apuestan por producciones de corte moderno, capaces de reinventar u ofrecen
una visión alternativa de las historias tantas veces contadas, en esta ocasión
tengo que poner algún que otro pero a la vista ayer. Como ya he dicho tantas
veces, la ópera es un espectáculo tan interdisciplinar y completo que
cualquiera de sus elementos puede magnetizarte. El apartado vocal, el aspecto
interpretativo o la propuesta escénica son algunos de estos elementos. Si todos
lo consiguen el disfrute es total.
En este Rigoletto la escenografía no consiguió captar mi atención. No
porque no hubiera palacio ni posada, sino porque una propuesta tan sobria
necesita cimentarse en una interpretación bárbara, que a excepción de Carlos
Álvarez, no la encontré en los cantantes. Esta producción causa impacto,
comenzando por la coreografía del coro en la obertura, pero pasado un rato, todo
se torna monótono y anodino. La complejidad técnica de la plataforma móvil no consigue
un efecto justificable, como para hacer cantar con esa inestabilidad, más allá
de situar al cuarteto en dos niveles para la escena de la posada (Bella figlia dell’amore).
En este caso el escenógrafo, Michael Levine, el mismo que pude
disfrutar en el Billy Budd del Teatro Real, demostró que su contribución
pasa por ser un mero ejecutor de las ideas del director de escena, responsable
de todo lo que vemos sobre el escenario no relacionado con lo musical. A pesar
de que los juegos con la iluminación eran uno de los puntos fuertes de esta
producción, al menos en el cine, el conjunto resultó demasiado oscuro. El
vestuario de Sandy Powell, rojo
veneciano renacentista, es parte de la seña de identidad de esta producción y resultó muy efectista sobre todo en los números corales.
En líneas generales, esta
producción se presentaba minimalista y lo fue hasta el ahogo. Solo la gran
interpretación de Carlos Álvarez llenó el espacio vacío y tenebroso por momentos.
El despliegue tecnológico de la plataforma móvil no deslumbró, por lo que
habría sido prescindible.
En cuanto al reparto, ya se han
mencionado las de sobra conocidas dotes interpretativas del barítono malagueño Carlos Álvarez, que en el escenario fue
un titán. Fiero, enloquecido o desgarrado, según discurría la obra, construyó
un Rigoletto excelente. La noticia es el estado de sus espléndidas condiciones
vocales que recordaron al grande que fue. Me congratula especialmente comprobar
que está en plena forma, pues este verano iré a verlo cantar Don Giovanni en ese mismo teatro. La
presencia de Javier Camarena era
otro de los grandes atractivos. El tenor mexicano abordaba por primera vez en su
carrera el papel del duque de Mantua y lo defendió con solvencia. Su voz tiene
brillo y es afilada en el agudo, quizás le costó imponerse en los números de
conjunto, pero no hay duda de que este nuevo Duca tiene recorrido. La Gilda de
la soprano italiana, Désirée Rancatore,
estuvo más preocupada de su canto que de su actuación. Tiene una voz bella
aunque abusó en ocasiones del vibrato. A pesar de no transmitir demasiado a
nivel dramático, vocalmente cumplió, demostrando que es un papel que domina a la
perfección. El bajo croata Ante
Jerkunica tenía con Sparafucile un papel pequeño aunque importante. Me dejó
muy buen sabor de boca por segunda vez y en el futuro me gustaría verle cantar
un personaje más relevante. Ketevan
Kemoklidze, mezzosoprano georgiana, como Maddalena, actuó más que cantó y
aunque su técnica no me convenció del todo, aún es joven y tiene margen de
mejora. De los comprimarios destacar a Gianfranco
Montresor como Monterone.
El coro del Liceu estuvo a un gran
nivel tanto vocal como escénicamente. Aunque por lo encorsetado del escenario, en
alguna ocasión se vieron obligados a deambular sin rumbo fijo, confirieron al
conjunto pinceladas de dinamismo, que ante lo espartano de la propuesta fueron
de agradecer.
La dirección de la orquesta a cargo
de Riccardo Frizza fue ortodoxa, sin
estridencias y según los cánones. Hubo un error importante de descuadre en el trío
de Sparafucile, Maddalena y Gilda, justo antes del asesinato de ésta última.
Como anécdota, se echó de menos la máquina de truenos que requiere la instrumentación
de la partitura, al menos en la proyección del cine, pasó desapercibida. La realización de esta retransmisión estuvo por debajo de lo
que nos tienen acostumbrados otros teatros como el ROH o el MET. Se perdieron
algunos planos importantes y en ningún momento se mostró a la orquesta.
En definitiva, Rigoletto
volvía al Liceu donde no se representaba desde el año 2005, sumando un
total de 362 representaciones hasta la fecha. La calidad vocal del reparto
salvó del naufragio a esta producción un tanto fría. Esta ópera, con la cuerda
de barítono como protagonista, nos permitió disfrutar de un colosal Carlos
Álvarez. Que siga así por muchos años más.
RIGOLETTO de Giuseppe Verdi
Duque de Mantua
|
Javier Camarena
|
Rigoletto
|
Carlos Álvarez
|
Gilda
|
Désirée Rancatore
|
Sparafucile
|
Ante Jerkunica
|
Maddalena
|
Ketevan Kemoklidze
|
Giovanna
|
Gemma Coma-Alabert
|
Conde de Monterone
|
Gianfranco Montresor
|
Marullo
|
Toni Marsol
|
Director
|
Riccardo Frizza
|
Director de escena
|
Monique Wagemakers
|
Escenografía
|
Michael Levine
|
Diseño de vestuario
|
Sandy Powell
|
Gran Teatre del Liceu, Barcelona,
6 de abril de 2017
Editado: Como consecuencia de la publicación y difusión de esta crítica, el director de la orquesta, Riccardo Frizza, se ha puesto en contacto personalmente conmigo para hacer alguna puntualización con respecto a la función retransmitida. Parece que sí hubo máquina de truenos, aunque pasó desapercibida en la proyección de las salas de cine, al menos a la que yo asistí. Ya que se ha tomado la molestia, no solo de leer la crítica, sino de contactar conmigo, lo mínimo que podía hacer era rectificar el texto en este sentido. A continuación os dejo las capturas de los tweets que hemos intercambiado y que ponen de manifiesto el talante cercano de este director. Bravo por las redes sociales.
Editado: Como consecuencia de la publicación y difusión de esta crítica, el director de la orquesta, Riccardo Frizza, se ha puesto en contacto personalmente conmigo para hacer alguna puntualización con respecto a la función retransmitida. Parece que sí hubo máquina de truenos, aunque pasó desapercibida en la proyección de las salas de cine, al menos a la que yo asistí. Ya que se ha tomado la molestia, no solo de leer la crítica, sino de contactar conmigo, lo mínimo que podía hacer era rectificar el texto en este sentido. A continuación os dejo las capturas de los tweets que hemos intercambiado y que ponen de manifiesto el talante cercano de este director. Bravo por las redes sociales.
Yo lo vi en directo desde el Liceu, el mismo dia que se emitía en cines. Álvarez me pareció fantástico, por algo fue el más aplaudido. Camarena....muy sobrevalorado, en mi opinión. Tuvo problemas en bastantes momentos, al inicio la voz no se proyectaba, en el final de La donna è mobile, rascó y, en general, aunque correcto, no tuvo momentos de especial lucimiento. Con Rancatore coincido en tu opinión. Y la Kemoklidze parece que solo salía a lucir pierna.
ResponderEliminarEl público era un poco "raro", diría que poco habitual en el Liceu o en la ópera, aplaudían cada vez que la música cesaba un segundo, con merecimiento o no. En algún caso, incluso aplaudieron antes de que cesara la orquesta (como hacen en el MET, por cierto). Daba la sensación que algunos tenían prisa por bravear, ya de antemano a lo que se cantara.
Estupendo, por fin coincidimos en ver la misma función, aunque entre el cine y el teatro haya un abismo. Con respecto a tu análisis, coincidimos, señal de que no vamos mal encaminados. A mí también me sorprendió un público tan "palmero", es más propio de otros teatros. Por cierto, acabo de editar la crítica por un intercambio de tweets con el director musical.
EliminarSaludos.