La dama de picas - ROH 2018/19 |
Esta ópera fue retransmitida en
directo desde la Royal Opera House de Londres y ofrecida por Versión Digital para España en más de 140 salas de cine, a las 19:45,
hora española, ayer 22 de enero de 2019. Esta opción de ver ópera en el
cine mediante retransmisiones en directo permite, pese a las diferencias obvias
con respecto al teatro, disfrutar de repartos y producciones de primer nivel
mundial cómoda y económicamente. Para entender el alcance de las mismas basta
con echar un vistazo a las cifras, y es que la ópera fue proyectada en más de
1000 salas de cine de 28 países y en 9 idiomas diferentes.
La dama de picas, como no
podía ser de otra manera tratándose de una obra de Tchaikovsky, irradia
sinfonismo y belleza melódica. El compositor ruso, fuertemente influido por sus
contemporáneos europeos en general y lo francés en particular, consigue aunar el
costumbrismo ruso de las canciones populares de su patria y la grandilocuencia
orquestal. El resultado es capaz de maravillar a cualquiera. Incluso al que se
acerque por primera vez a esta ópera, venciendo el prejuicio de estar cantada
en ruso, le resultará inolvidable. A continuación paso a analizar la función de
ayer.
La producción, como ya se adelantó
en la preparación previa, estuvo dirigida por el noruego Stefan Herheim, conocido por sus
destacadas producciones en óperas de Wagner y alguna que otra controvertida
propuesta escénica. En esta ocasión presentó un muy cuidado y original
planteamiento situando al propio Tckaikovsky en el centro de la acción. La idea
podrá gustar más o menos, a mí me encantó, pero lo indiscutible es lo bien
construida que estaba. Y es que incluir un personaje nuevo en la obra y que los
cantantes interactúen con él tan solo con la mirada, sin interferir en la
partitura, tiene mucho mérito y trabajo detrás. La traslación temporal nos
sitúa en 1890, año de estreno de la ópera y un siglo después de cuando transcurre
la acción. Todos los actos tienen lugar en la misma escenografía. A priori
pudiera parecer monótono pero el juego de luces crea diferentes atmósferas
según se desarrolla la trama y ésto no resulta un inconveniente. La casa de
Tchaikovsky es el lugar elegido por el director de escena para dar rienda
suelta a su creatividad y mostrarnos el lado más creativo y atormentado del
compositor. La creatividad, presente a lo largo de toda la ópera a través de
las partituras que garabatean los cantantes y vuelan arrojadas por toda la
estancia y su tormento, con varios guiños hacía su homosexualidad, tanto entre
Liza y Pauline como entre Tckaikovsky y Hermann o la mismísima Catalina II
travestida. Brillante. Bien es cierto que ver a Tchaikovsky en escena todo el
tiempo, simulando tocar el piano o dirigir las partes instrumentales, puede
llegar a cansar un poco. La pantomima del segundo acto, guiño a Mozart con los
participantes de la misma vestidos de pájaros al más puro estilo Papageno, funciona
a la perfección llevada en volandas por la delicia de la composición melódica.
El vaso de agua envenenada, con el
que supuestamente se suicidó Tckaikovsky, está presente como hilo conductor en
toda la producción, incluso pudimos sentirnos sumergidos en el mismo cuando, en
alguna ocasión, el fondo de la escenografía ondeaba acuoso. El vestuario,
variado, profuso y detallista fue un elemento clave para dar sentido y
dinamismo a la propuesta. El maquillaje y la caracterización pusieron la nota
discordante con más de una peluca mal colocada. Otro aspecto a destacar fue la
presencia de multitud de miembros del coro en el patio de butacas, con las
luces del teatro encendidas e invitando al público a levantarse, en la polonesa
de O. Kozlovski, dedicada a Catalina la Grande, al final de la escena primera
del segundo acto y que dio paso al descanso.
En líneas generales, esta
producción, cargada de simbolismo te invita a empatizar con Tckaikovsky, con su
genio y sus demonios. La aparente simpleza de la escenografía esconde un
trabajo descomunal de dirección de escena que hace de la propuesta su punto
fuerte. Encontramos momentos de delicia etérea y otros de sobrecogedora
opresión.
En cuanto al reparto, nada más
comenzar nos encontramos con la mala noticia de la sustitución, por indisposición,
del tenor letón Aleksandrs Antonenko.
Aun no siendo santo de mi devoción, no dejaba de ser el papel masculino
protagonista. En su lugar tuvimos a Sergey
Polyakov que debutaba en el ROH. Sin ensañarme con el sustituto, vocalmente
fue lo peor de la noche. No era fácil estar a la altura con un reparto de este
nivel y de forma sobrevenida, pero el tenor ruso dio irritantes muestras de
falta de musicalidad que compensó con entrega y alardes de potencia vocal. A
buen seguro, Antonenko habría sido también la pata más coja del elenco. La
soprano holandesa Eva-Maria Westbroek
cumplió con creces en el rol de Liza, demostrando la seguridad y solvencia
habituales pero acusando, en ocasiones, ese vibrato que lamentablemente ya le
acompaña desde hace algunos años. Destacada actuación vocal del bajo búlgaro Vladimir Stoyanov, como Príncipe
Yeletski, en su aria del segundo acto y muy exigido en su faceta actoral, por
su presencia en escena a lo largo de toda la obra, pues fue el designado para encarnar
el personaje de Tckaikovsky caracterizado como tal. La veterana mezzosoprano
británica Felicity Palmer fue una
Condesa de muchos quilates. Brilló con luz propia en su Je crains de lui parler la nuit a pesar de estar mermada
físicamente por su brazo escayolado. Siguiendo con talento vocal hay que
mencionar al barítono sueco John
Lundgren bordando su rol de Conde Tomski sin despeinarse. Su voz redonda y
bella merece ser puesta en valor. También me causó gran impresión la
mezzosoprano rusa Anna Goryachova
como Pauline. Su voz y su actuación invitan a verla en un papel de más
relevancia. Del resto del reparto todos estuvieron correctos.
El coro del ROH, concretamente de
mujeres, pudo estar mejor en la primera intervención del primer acto, pero en
adelante fueron un valor seguro como es habitual en la casa. Tienen un papel importante
en la obra y fueron partícipes de forma notable de las exigencias dinámicas del
director de escena. Sobresaliente el coro de niños del primer acto.
La dirección de la orquesta a cargo
de Antonio Pappano fue soberbia. No
percibí ningún momento de debilidad sino brillantez y acierto en los tempos. No
en vano se caracteriza por su buen entendimiento con los cantantes y esta orquesta,
de la que es titular, suele volar entusiasta bajo su batuta.
En definitiva, esta Dama de picas, con un Tchaikovsky más protagonista que nunca, ofreció
una idea novedosa, sin cabos sueltos, que funciona a la perfección. Esta
propuesta, que no gozará de la simpatía de todos, aporta una nueva perspectiva
y supone un valor añadido a la hora de disfrutar de la obra. Bienvenida sea.
LA DAMA DE PICAS de Pyotr Ilyich Tchaikovsky
Hermann
|
Sergey Polyakov
|
Liza
|
Eva-Maria Westbroek
|
Príncipe Yeletski
|
Vladimir Stoyanov
|
La Condesa
|
Felicity Palmer
|
Conde Tomski
|
John Lundgren
|
Pauline
|
Anna Goryachova
|
Tchekalinski
| Alexander Kravets |
Director
|
Antonio Pappano
|
Director de escena
|
Stefan Herheim
|
Diseño
|
Philipp Fürhofer
|
Royal Opera House, Londres, 22 de enero de 2019
Enhorabuena Ángel, fantástica crítica
ResponderEliminarMuchas gracias por leer y comentar la crítica, Carlos. Es un placer poder compartir impresiones con quienes han visto la función.
EliminarSaludos.