23 de enero de 2019

Ópera en el cine: La dama de picas ROH 2018/19

La dama de picas - ROH 2018/19

Esta ópera fue retransmitida en directo desde la Royal Opera House de Londres y ofrecida por Versión Digital para España en más de 140 salas de cine, a las 19:45, hora española, ayer 22 de enero de 2019. Esta opción de ver ópera en el cine mediante retransmisiones en directo permite, pese a las diferencias obvias con respecto al teatro, disfrutar de repartos y producciones de primer nivel mundial cómoda y económicamente. Para entender el alcance de las mismas basta con echar un vistazo a las cifras, y es que la ópera fue proyectada en más de 1000 salas de cine de 28 países y en 9 idiomas diferentes.

La dama de picas, como no podía ser de otra manera tratándose de una obra de Tchaikovsky, irradia sinfonismo y belleza melódica. El compositor ruso, fuertemente influido por sus contemporáneos europeos en general y lo francés en particular, consigue aunar el costumbrismo ruso de las canciones populares de su patria y la grandilocuencia orquestal. El resultado es capaz de maravillar a cualquiera. Incluso al que se acerque por primera vez a esta ópera, venciendo el prejuicio de estar cantada en ruso, le resultará inolvidable. A continuación paso a analizar la función de ayer.

La producción, como ya se adelantó en la preparación previa, estuvo dirigida por el noruego Stefan Herheim, conocido por sus destacadas producciones en óperas de Wagner y alguna que otra controvertida propuesta escénica. En esta ocasión presentó un muy cuidado y original planteamiento situando al propio Tckaikovsky en el centro de la acción. La idea podrá gustar más o menos, a mí me encantó, pero lo indiscutible es lo bien construida que estaba. Y es que incluir un personaje nuevo en la obra y que los cantantes interactúen con él tan solo con la mirada, sin interferir en la partitura, tiene mucho mérito y trabajo detrás. La traslación temporal nos sitúa en 1890, año de estreno de la ópera y un siglo después de cuando transcurre la acción. Todos los actos tienen lugar en la misma escenografía. A priori pudiera parecer monótono pero el juego de luces crea diferentes atmósferas según se desarrolla la trama y ésto no resulta un inconveniente. La casa de Tchaikovsky es el lugar elegido por el director de escena para dar rienda suelta a su creatividad y mostrarnos el lado más creativo y atormentado del compositor. La creatividad, presente a lo largo de toda la ópera a través de las partituras que garabatean los cantantes y vuelan arrojadas por toda la estancia y su tormento, con varios guiños hacía su homosexualidad, tanto entre Liza y Pauline como entre Tckaikovsky y Hermann o la mismísima Catalina II travestida. Brillante. Bien es cierto que ver a Tchaikovsky en escena todo el tiempo, simulando tocar el piano o dirigir las partes instrumentales, puede llegar a cansar un poco. La pantomima del segundo acto, guiño a Mozart con los participantes de la misma vestidos de pájaros al más puro estilo Papageno, funciona a la perfección llevada en volandas por la delicia de la composición melódica.

El vaso de agua envenenada, con el que supuestamente se suicidó Tckaikovsky, está presente como hilo conductor en toda la producción, incluso pudimos sentirnos sumergidos en el mismo cuando, en alguna ocasión, el fondo de la escenografía ondeaba acuoso. El vestuario, variado, profuso y detallista fue un elemento clave para dar sentido y dinamismo a la propuesta. El maquillaje y la caracterización pusieron la nota discordante con más de una peluca mal colocada. Otro aspecto a destacar fue la presencia de multitud de miembros del coro en el patio de butacas, con las luces del teatro encendidas e invitando al público a levantarse, en la polonesa de O. Kozlovski, dedicada a Catalina la Grande, al final de la escena primera del segundo acto y que dio paso al descanso.

En líneas generales, esta producción, cargada de simbolismo te invita a empatizar con Tckaikovsky, con su genio y sus demonios. La aparente simpleza de la escenografía esconde un trabajo descomunal de dirección de escena que hace de la propuesta su punto fuerte. Encontramos momentos de delicia etérea y otros de sobrecogedora opresión.

En cuanto al reparto, nada más comenzar nos encontramos con la mala noticia de la sustitución, por indisposición, del tenor letón Aleksandrs Antonenko. Aun no siendo santo de mi devoción, no dejaba de ser el papel masculino protagonista. En su lugar tuvimos a Sergey Polyakov que debutaba en el ROH. Sin ensañarme con el sustituto, vocalmente fue lo peor de la noche. No era fácil estar a la altura con un reparto de este nivel y de forma sobrevenida, pero el tenor ruso dio irritantes muestras de falta de musicalidad que compensó con entrega y alardes de potencia vocal. A buen seguro, Antonenko habría sido también la pata más coja del elenco. La soprano holandesa Eva-Maria Westbroek cumplió con creces en el rol de Liza, demostrando la seguridad y solvencia habituales pero acusando, en ocasiones, ese vibrato que lamentablemente ya le acompaña desde hace algunos años. Destacada actuación vocal del bajo búlgaro Vladimir Stoyanov, como Príncipe Yeletski, en su aria del segundo acto y muy exigido en su faceta actoral, por su presencia en escena a lo largo de toda la obra, pues fue el designado para encarnar el personaje de Tckaikovsky caracterizado como tal. La veterana mezzosoprano británica Felicity Palmer fue una Condesa de muchos quilates. Brilló con luz propia en su Je crains de lui parler la nuit a pesar de estar mermada físicamente por su brazo escayolado. Siguiendo con talento vocal hay que mencionar al barítono sueco John Lundgren bordando su rol de Conde Tomski sin despeinarse. Su voz redonda y bella merece ser puesta en valor. También me causó gran impresión la mezzosoprano rusa Anna Goryachova como Pauline. Su voz y su actuación invitan a verla en un papel de más relevancia. Del resto del reparto todos estuvieron correctos.

El coro del ROH, concretamente de mujeres, pudo estar mejor en la primera intervención del primer acto, pero en adelante fueron un valor seguro como es habitual en la casa. Tienen un papel importante en la obra y fueron partícipes de forma notable de las exigencias dinámicas del director de escena. Sobresaliente el coro de niños del primer acto.

La dirección de la orquesta a cargo de Antonio Pappano fue soberbia. No percibí ningún momento de debilidad sino brillantez y acierto en los tempos. No en vano se caracteriza por su buen entendimiento con los cantantes y esta orquesta, de la que es titular, suele volar entusiasta bajo su batuta.

En definitiva, esta Dama de picas, con un Tchaikovsky más protagonista que nunca, ofreció una idea novedosa, sin cabos sueltos, que funciona a la perfección. Esta propuesta, que no gozará de la simpatía de todos, aporta una nueva perspectiva y supone un valor añadido a la hora de disfrutar de la obra. Bienvenida sea.


LA DAMA DE PICAS de Pyotr Ilyich Tchaikovsky

Hermann
Sergey Polyakov
Liza
Eva-Maria Westbroek
Príncipe Yeletski
Vladimir Stoyanov
La Condesa
Felicity Palmer
Conde Tomski
John Lundgren
Pauline
Anna Goryachova
Tchekalinski
Alexander Kravets

Director
Antonio Pappano
Director de escena
Stefan Herheim
Diseño
Philipp Fürhofer


Royal Opera House, Londres, 22 de enero de 2019

2 comentarios:

  1. Enhorabuena Ángel, fantástica crítica

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    1. Muchas gracias por leer y comentar la crítica, Carlos. Es un placer poder compartir impresiones con quienes han visto la función.

      Saludos.

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