El pasado sábado, día 25 de
febrero, era uno de esos días del año que uno tiene marcado en el calendario.
Las expectativas eran muy altas y la cita se presuponía memorable. El viaje a
Madrid, entre otras razones, tenía la motivación de asistir a una función de la
ópera Billy Budd del compositor
británico Benjamin Britten. Esta producción de Deborah Warner, reconocida
directora de teatro y ópera, suponía el estreno de dicha obra en Madrid, cuyos únicos
antecedentes en nuestro país se remontan al Liceu de Barcelona (1975 y 2001) y al
Palacio Euskalduna de Bilbao (2009). Así pues, el Teatro Real coronaba la
celebración de su bicentenario programando diez funciones, del 31 de enero al
28 de febrero, habiendo asistido, en mi caso, a la penúltima.
Como reza el subtítulo del blog,
dejemos a un lado los prejuicios. Voy a hablar de ópera, en esta ocasión no de
hace doscientos años, sino creada cuando vuestros padres o quizás alguno de
vosotros ya había nacido. Billy Budd
fue compuesta por Britten y estrenada en el Covent Garden de Londres en 1951, inicialmente
constaba de cuatro actos, pero en 1964 el autor la revisó dejándola en dos con
un prólogo y un epílogo, siendo ésta la versión comúnmente representada. Billy Budd está considerada como una
obra maestra de uno de los grandes operistas del siglo XX, que a buen seguro
pasará a la historia del mismo modo que las de los célebres Mozart, Verdi,
Wagner o Puccini.
A pesar de tratarse de una obra
relativamente moderna, es perfectamente tonal aunque de discurso narrativo
continuo, esto es, sin números o arias claramente diferenciados, en la línea de
las composiciones de Wagner o el último Verdi. Esta ópera está basada en la
novela homónima de Herman Melville, autor de la conocida Moby Dick, y sus
libretistas fueron Edward Morgan Foster y Eric Crozier. Para no extenderme
mucho y como el objeto de esta entrada es hablar de la función a la que asistí,
resumiré brevemente el argumento. Para leerlo con más detalle os dejo el
siguiente enlace a la Wikipedia.
La historia transcurre a bordo de
un buque de guerra de la armada británica en 1797. El capitán Vere, aparece en
el prólogo para contarnos el relato a modo de flashback. Años atrás, cuando él
era la máxima autoridad del buque llamado el Indómito, un jóven, Billy Budd,
fue enrolado a la fuerza junto con otros marineros. Pronto, Billy Budd, por su
carácter amable e inocente, se ganó la simpatía del resto de la tripulación,
salvo la del maestro de armas, John Claggart, que fruto de la atracción que
sentía hacia Billy y la no aceptación de la misma, terminó por profesarle un
odio desorbitado. Tras la falsa acusación de perpetrar un motín, por parte de
Claggart, Billy le golpea con tan mala fortuna que le mata. El capitán Vere se
ve en la obligación de aplicar el código de guerra y condenar a Billy a morir
ahorcado. En el epílogo, el Vere atormentado del comienzo de la obra, ahora se muestra
aliviado por recibir el perdón de Billy antes de que éste fuera ajusticiado.
La directora de escena, Deborah Warner, demostró maestría y gran
habilidad para recrear la vida a bordo de un buque de guerra. La aparente
sencillez en el escenario, dio paso a un rudimentario pero original mecanismo
de elevación de tres plataformas horizontales que permitieron, en varios
momentos de la obra, que la acción se desarrollase en dos niveles. Visualmente
muy efectista. Cuando las plataformas no estaban elevadas, un par de zanjas,
una de ellas llena de agua, enfatizaban la recreación de la cubierta del barco.
Cuando sí lo estaban, una suerte de escaleras de mano, conectaban los dos
niveles permitiendo la comunicación de la cubierta con la bodega. Un elemento capital
en esta obra, la niebla, que frustra el ataque del Indómito a un buque francés,
también estuvo presente en la función. Justa en su medida para crear atmósfera
y no ahogar al público asistente. El momento del diálogo ausente, donde se
entiende que el capitán Vere le comunica a Billy Budd su sentencia de muerte,
que Britten solo orquestó con 34 acordes de diferentes intensidades e
instrumentación, fue pura poesía. Como curiosidad, en ese interludio, destacar
los acordes 14 y 24. En el primero las miradas de un avergonzado Vere y un
angustiado Billy se cruzan, y en el segundo es Billy el que ante un arrodillado
Vere le pone la mano sobre la cabeza en señal de absolución. Momento de una
carga espiritual arrolladora.
La escenografía a cargo de Michael Levine, al margen del mecanismo
comentado anteriormente, fue un tanto simple aunque efectiva. Todo el fondo de
la escena eran sogas que colgaban del techo. No desde mi perspectiva, pero sí desde
un plano frontal, como se podía ver en la realización a través de las
pantallas, podrían confundirse con barrotes de una celda. En las escenas del
camarote del capitán, sobre la cubierta montaban unas pasarelas, para salvar las
zanjas, una bañera, una mesa, una alfombra y unas sillas. Aquí no estaba tan
conseguido el efecto de recrear otro ambiente. En cambio, las escenas en la
bodega del barco, con el escenario en dos niveles y los marineros lavado la
ropa o colgando las hamacas fueron fabulosas. Paola Crespi encargada del vestuario, tuvo que centrar su tarea en
los oficiales, con uniformes de marina de corte actual, ya que el resto de la
tripulación iban ligeros de ropa, algunos descamisados y otros incluso fueron
desnudados, como en la leva forzosa del principio de la obra.
En cuanto al reparto, el trío
protagonista era de primer nivel internacional. El barítono sudafricano Jacques Imbrailo estuvo sublime en el
rol de Billy Budd. Es un papel en el que se siente muy cómodo y que domina a la
perfección, como ya demostró hace siete años en esta grabación en el Festival
de Glyndebourne, esto le
permite llevar al personaje a un nivel superior. Por destacar dos momentos de
su actuación, cantó su Billy Budd, king
of the birds desde una cuerda a la que había trepado sin ningún tipo de
sujeción e hizo de su aria Look! Through
the port comes the moon, instantes antes de su ejecución, un momento
conmovedor como pocos he presenciado en directo. Toby Spence, tenor británico, encarnó el difícil papel del capitán
Vere, en ese camino lleno de matices que recorre el personaje, desde el prólogo
dónde se muestra torturado por la culpa, hasta el epílogo donde aparece
aliviado por el perdón. Vocalmente fue de menos a más y me generó algunas dudas
con la potencia de su emisión. Brindley
Sherratt, defendió un John Claggart más lascivo que despiadado, bien
interpretado pero aún mejor cantado. Y es que el bajo británico posee una voz
redonda y de timbre agradable. Recordemos que todos los personajes de esta
ópera son masculinos, circunstancia que no pesa lo más mínimo por el trabajo
magistral de Britten con la combinación del color vocal y orquestal. Del resto
del reparto mencionar a Sam Furness
acertado en el rol de tenor novato, Clive
Bayley como Dansker, muy compenetrado en sus dúos con Billy Budd, y el trío
de oficiales Thomas Oliemans, David Soar y Torben Jürgens, sobre todo en la escena del juicio.
Intercambio de tweets con el protagonista |
El coro Titular del Teatro Real
estuvo extraordinario, en una obra en la que tiene un protagonismo notable a la
hora de recrear la atmósfera a bordo del buque. Prácticamente no se distinguían
los actores de los miembros del coro, lo que habla muy positivamente de éstos
últimos que no sólo se centraron en su línea de canto. No cabe duda de que este
coro está a la altura de los que vemos en las retransmisiones del MET o ROH.
La dirección de la orquesta Titular
del Teatro Real a cargo de Ivor Bolton,
su actual director musical, fue rotunda y de gran potencia dramática. Es cierto
que la partitura de Britten tiene de por sí una fuerza teatral e incluso
cinematográfica enorme, pero Bolton dio una lección de entrega y compromiso
escénico. Se le vio exultante en los saludos finales.
Billy Budd ha llegado a Madrid. El acontecimiento se ha hecho esperar, nada más y nada menos que toda la vida, pero la espera ha merecido la pena. Sin miedo a equivocarme, diré que ésta es la producción más destacada de la temporada del Teatro Real. Como apunte, parece que será inmortalizada en una edición en DVD/Blu-ray.
En definitiva, si la obra ya de
por sí es sobrecogedora, la interpretación del pasado sábado ya me dejó casi
sin aliento. Salí conmovido por lo desgarrador del relato que te llega a lo más
hondo para luego elevarte con sus connotaciones espirituales. Esto sólo se
consigue con una gran obra y con una actuación llena de verdad. Cuando se
produce esa conexión mágica entre lo que ocurre en el escenario y el individuo,
cuando no eres consciente de que haya nada más a tu alrededor, cuando sientas a
través de los personajes, comprobarás que esa noche en la ópera te ha dejado un
recuerdo imborrable que te acompañará para siempre. Así lo sentí y así lo
comparto con vosotros.
Ópera desde el sofá en el Teatro Real |
BILLY BUDD de Benjamin Britten
Billy Budd
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Jacques Imbrailo
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Edward Fairfax Vere
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Toby Spence
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John Claggart
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Brindley Sherratt
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Mr. Redburn
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Thomas Oliemans
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Mr. Flint
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David Soar
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Teniente Ratcliffe
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Torben Jürgens
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Red Whiskers
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Christopher Gillett
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Donald
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Duncan Rock
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Dansker
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Clive Bayley
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Un novato
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Sam Furness
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Squeak
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Francisco
Vas
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Director
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Ivor Bolton
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Director de escena
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Deborah Warner
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Escenografía
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Michael Levine
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Diseño de vestuario
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Paola Crespi
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Teatro Real, Madrid, 25 de febrero de 2017
Gracias por la reseña; debe ser una de las más completas de la red.
ResponderEliminarA propósito, ¡impagable que compartas con nosotros el detalle de los acordes 14º y 24º de la escena del diálogo ausente entre el capitán Vere y Billy Budd!
Aunque es habitual que se subraye por inercia la tensión homoerótica presente en esta ópera (a mi entender, un resorte dramático tan válido como el de la situación política), yo prefiero poner mi atención en lo que me parece sustantivo hasta el punto emocionarme cada vez que escucho este fragmento:
"(...) he has saved me, and blessed me,
and the love that passes understanding has come to me.
I was lost on the infinite sea,
but I've sighted a sail in the storm,
the far-shining sail, and I'm content.
I've seen where she's bound for.
There's a land were she'll anchor for ever.
There's a land were she'll anchor FOR EEEEEVER."
"(...) él me salvó y me bendijo,
y el amor que desafía todo entendimiento llegó hasta mí.
Estaba perdido en el mar infinito,
pero divisé un velero en la tormenta,
un velero reluciente y estoy contento.
Vi hacia dónde se dirigía.
Hay un lugar donde anclará para siempre.
Hay un lugar donde anclará PARA SIEEEEMPRE."
¿Acaso hay frase más profunda que la de "el amor que desafía todo entendimiento llegó hasta mí"? ¿O metáfora más hermosa que la que deja entrever lo inefable en "PARA SIEEEEMPRE"?
Una vez más, gracias por la reseña.
___
PD: ¡Me habría gustado tanto ver BILLY BUDD en el Real!
Al menos, me consuela saber que se comercializará en DVD.
Por cierto, qué lujo que Jacques Imbrailo te respondiese a tu felicitación.
ResponderEliminarUna ocasión más para darte la enhorabuena.
A.
Gracias a ti por participar con tu comentario. Como bien apuntas, ese momento final cantado por el capitán Vere, fue el broche de oro a una velada inolvidable. Seguro que pronto tienes la oportunidad de asistir a otra buena producción del Teatro Real.
ResponderEliminarEl detalle del tweet de Imbrailo, me pareció que merecía ser compartido, para dejar constancia de que además de buen cantante es un tipo agradable.
Saludos.