1 de mayo de 2019

Ópera en el cine: Faust ROH 2018/19

Faust - ROH 2018/19

Esta ópera fue retransmitida en directo desde la Royal Opera House de Londres y ofrecida por Versión Digital para España, a las 19:45, hora española, ayer 30 de abril de 2019. El precio de la entrada, que puede estar sujeto a variación según la cadena de cines, esta vez, en mi caso, en Unión Cine Ciudad fue de 13€. Si contamos con el prolijo ambigú que se sirvió en el intermedio de la retransmisión, uno se va cenado y con la sensación de haber amortizado hasta el último euro invertido.

Este Faust de Gounod fue la última retransmisión de la temporada 2018/19 desde el teatro londinense. Atrás quedaron la original propuesta de La dama de picas del director noruego Stefan Herheim, La traviata inolvidablemente interpretada por la soprano albanesa Ermonela Jaho o la sobrecogedora La forza del destino de reparto estelar formado por Anna Netrebko, Jonas Kaufmann y Ludovic Tézier. Ahí es nada. Será el próximo día 14 de mayo cuando se conozcan los títulos que ofrecerá la Royal Opera House para la próxima temporada 2019/20. Esperemos que esté, como mínimo, a la altura de la que hoy concluye.

Regresando al eje principal de esta entrada, vamos con mis impresiones del Faust ofrecido anoche.

Esta ópera de Charles Gounod, inspirada en una parte del Fausto de Goethe pero que bebe principalmente de la adaptación teatral Faust et Marguerite de Jules Barbier y Michael Carré, es un vivo ejemplo de la grand opera francesa. Nada menos que cinco actos en los que, como este subgénero operístico manda, encontramos: profusas escenografías, ballets, vestuarios suntuosos, gran masa orquestal y abundancia de personajes. Estrenada en 1859, contemporánea de Un ballo in maschera de Verdi o Tristan und Isolde de Wagner, para situarnos, Gounod nos regaló su obra maestra. No en vano, las estadísticas de Operabase la sitúan en el puesto 35 de las cien óperas más representadas, siendo la 3ª en francés y la primera del compositor.

La producción del aclamado David McVicar nos traslada al París de la década de 1870. La concurrida plaza parisina con exacerbado espíritu nacionalista, el frenético cabaret, la iglesia gótica o el mismísimo infierno serán los escenarios por los que, con maestría, el director británico hace discurrir a los protagonistas. Todo está cuidado hasta el más mínimo detalle. Por ejemplo, las margaritas dispuestas a lo largo de la escalera que conduce a la casa de Marguerite, se marchitan cuando Siébel, maldecido por Méphistophélès, las coge. Muy efectista y cargado de simbolismo el segundo acto, con un cristo crucificado en medio de la escena de cuyo costado llega a brotar sangre, para deleite de los esbirros de Méphisto, antes de acabar derrumbado. Sensuales y sugerentes escenas tanto en el cabaret como en el orgiástico ballet, sin necesidad de explícitos desnudos como acostumbran otros muchos directores. Además de lo mencionado, en la escenografía a cargo de Charles Edwards, encontramos toda una suerte de plataformas emergentes y fondos de decorado que se suceden con el discurrir de los actos, dotando a la producción de una apariencia casi fílmica.

En una propuesta tan detallista no podía faltar un vestuario de categoría. Mérito de Brigitte Reiffenstuel, que no solo tuvo la ardua tarea de ataviar a decenas de figurantes, bailarines y miembros del coro, sino que ideo distintas indumentarias para los protagonistas, que las alternaban con sorprendente rapidez en las entradas y salidas de escena.

En una ópera como ésta, con una relevante presencia de bailarines, es obligado mencionar al responsable de la coreografía, en este caso, Michael Keegan-Dolan. Las acrobacias y los números de ballet estuvieron muy trabajados, pero la mención especial la merecen los cuatro demonios que acechan a Marguerite en la iglesia, al final del cuarto acto, sus gestos y movimientos evocaban realmente a criaturas satánicas.

En líneas generales, esta producción, me causó una grata impresión. Una propuesta alejada de lo tradicional pero con un nivel de detalle y coherencia que no admite ningún pero. La atmósfera creada junto con el nivel de tecnología implementado la sitúan solo al alcance de los grandes teatros de ópera del mundo. Tamaña empresa solo puede llegar a buen puerto con una dirección de escena sublime, como así fue. Coordinar a tal número de individuos en escena y que en cada plano corto de la realización cada personaje actúe creíblemente con su entorno resulta impresionante.

En cuanto al reparto, nada más comenzar tuvimos la desafortunada noticia de que la soprano anunciada, la alemana Diana Damrau, a mi juicio, el gran atractivo del reparto, sería sustituida por Irina Lungu. Sin referencias sobre esta soprano rusa, puedo afirmar que el relevo de Marguerite fue satisfactorio, una voz de timbre agradable, buena técnica y una gran interpretación. El tenor estadounidense Michael Fabiano, ya me arruinó una Bohème y estuvo realmente mal como duque de Mantua en un Rigoletto que ya reseñé. Era lo que menos me apetecía de la velada pero, en honor a la verdad, es el mejor rol que le he visto cantar de los mencionados. Como actor tampoco es un portento, pero me conformo con que no desluciera una noche tan redonda. El triunfador de la noche fue el bajo uruguayo Erwin Schrott como Méphistophélès. Su interpretación fue memorable en lo actoral, iluminando la escena con su presencia y su bis cómica. Vocalmente perfecto aunque mostró falta de agilidad en su famosa aria Le veau d’or en el segundo acto. Otro que merece ser destacado fue el barítono francés Stéphane Degout como Valentin. Sin quitar mérito, por tratarse de su lengua materna, su dicción fue impecable y su emisión cristalina. Un gusto oírle aunque fuera un papel menor. Por terminar con los principales, correcta la mezzosoprano armenia Varduhi Abrahamyan como Siébel.

El coro del ROH, solo tuvo un pequeño desliz en el segundo acto, yendo a remolque de la orquesta por unos segundos pero que no fueron suficientes para empañar su gran actuación. Ofrecieron momentos íntimos y grandilocuentes, culminando con el éxtasis celestial.

A la dirección de la orquesta a cargo de Dan Ettinger, joven director israelí, como ya percibí la primera vez que le vi dirigir, por aquel entonces, Tosca, no le encontré ninguna pega. Su interpretación fue correcta en el tempo y por poner algún pero, quizás le sobraron decibelios en momentos puntuales, en los que tapo a unos cantantes que van sobrados de potencia.

En definitiva, este Faust fue un deleite para los sentidos. Obra completa per se, pero que requiere de un despliegue ímprobo para resultar satisfactoria del todo. La Royal Opera House de Londres lo volvió a hacer y esta temporada, me atrevería a decir que más que nunca, ha rozado la excelencia con estas producciones y repartos. Cierra Londres pero aún quedan grandes citas que disfrutar y sobre las que escribir. Este domingo Otello, desde el Teatro Cervantes de Málaga, y la semana que viene Diálogos de Carmelitas, en el cine desde Nueva York.

FAUST de Charles Gounod

Faust
Michael Fabiano
Méphistophélès
Erwin Schrott
Marguerite
Irina Lungu
Valentin
Stéphane Degout
Siébel
Varduhi Abrahamyan

Director
Dan Ettinger
Director de escena
David McVicar
Escenografía
Charles Edwards
Vestuario
Brigitte Reiffenstuel
Coreografía
Michael Keegan-Dolan

Royal Opera House, Londres, 30 de abril de 2019

2 comentarios:

  1. Recondita armonía3 de mayo de 2019, 21:14

    Totalmente de acuerdo contigo, esperemos la próxima temporada este a la altura de esta.

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    1. Pues, sinceramente, muchas gracias por leer y comentar la reseña. Es un placer comprobar que llega a alguien que sobre todo lo ha podido ver.

      Saludos.

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