9 de enero de 2017

Desmontando el mito

Después de la declaración de intenciones inicial, esta siguiente entrada no podía tratar sino de derribar todos esos estereotipos y tópicos que acompañan a la ópera. Quizás tuvieron razón de ser en el pasado pero actualmente distan mucho de la realidad como veremos a continuación:
  • Todos los cantantes de ópera tienen sobrepeso. Alguno hay entradito en carnes, pero como todo en la vida. Recordemos que el instrumento vocal, cuerdas vocales y capacidad pulmonar no se ven potenciados con el exceso de grasa, es más, el sobrepeso resulta físicamente un inconveniente por el aumento de la fatiga en cualquier actividad física. Inauguramos el blog con los siguientes protagonistas, Jonas Kaufmann, tenor alemán, y Kristine Opolais, soprano letona, figuras internacionales que desmienten el primer tópico.
Jonas Kaufmann y Kristine Opolais - Manon Lescaut ROH

  • Ir a la ópera es muy caro. Pues realmente ir a la ópera cuesta tanto como uno se quiera gastar, es evidente que una entrada más cara supondrá una mejor posición de cara al escenario, pero entradas con una visibilidad total a una distancia razonable puede costarnos menos de 50€ en los mejores teatros del mundo. Aun así, hay opciones más económicas, de pie, o con visibilidad reducida, o nula (sí, hay gente que va solo a oir y no ver nada o solamente hacerlo en una pantalla). A continuación, un ejemplo de una entrada para el Il Barbiere di Siviglia de Rossini el próximo 8 de febrero en el MET (Metropolitan Opera House de Nueva York) por solo 35$ (unos 33€ al cambio actual). Si esto os parece caro no podemos olvidar el espectáculo al que estamos asistiendo con, cantantes, escenografía, orquesta, y en directo lo que lo convierte en un acontecimiento irrepetible. Tal despliegue hay que sufragarlo.

  • Es solo para la élite y hay que ir vestido de etiqueta. Eso de la nobleza y la burguesía quedó muy atrás. Aclarado el tema económico, no hay lugar para sentirse excluido. Por supuesto no hay ningún portero en la entrada supervisando la vestimenta de los asistentes, más difícil tendríais entrar con zapatillas de deporte y vaqueros en alguna discoteca que en la ópera. Eso no quita que la gente le de tal importancia al evento que va a presenciar que quiera lucir sus mejores galas. Libertad ante todo.
  • Siempre cuentan historias antiguas. El amor, la traición, la amistad, la envidia, el honor, los celos, la compasión, ¿son temas antiguos? Existieron, existen y existirán por siempre. A veces están traídos con argumentos clásicos pero son sentimientos atemporales que podemos experimentar en nuestro día a día, no hay que quedarse en lo superfluo del vestuario o atrezzo (en muchas ocasiones las escenografías no son clásicas y se trasladan en el tiempo) sino con lo que están sintiendo esos personajes que a buen seguro nos resultará muy familiar.
  • No entiendo lo que dicen. Ya sea en italiano, alemán, francés o cualquier otro idioma, las representaciones siempre cuentan con subtítulos, bien en una pantalla sobre el escenario o en un pequeño display en cada asiento. En algunos teatros incluso se pueden elegir los subtítulos entre varios idiomas disponibles.
  • Las representaciones son demasiado largas. Lo justo y necesario. Si estáis inmersos en la obra, magnetizados por lo que allí está aconteciendo el tiempo pasará volando. Incluso cuando acabe no os importará que vuelva a empezar. Si no se produce ese feedback dará igual que dure una hora o tres, estaréis con la cabeza en otro lugar. Aún así, cabe recordar, que existen uno o varios intermedios para estirar las piernas y tomar algún refrigerio. Mientras, cambian la escenografía y descansan los cantantes, si alguno de vosotros se siente agotado imaginad como estarán ellos.
  • Hay que tener conocimientos previos. No creo que nadie necesite viajar al espacio para disfrutar de una película extraterrestre. Pues igual, si la historia te llega, si te conmueve, da igual que con antelación no sepas nada de los caballeros del Santo Grial, por ejemplo. Eso sí, hay una serie de óperas que personalmente recomendaría a gente que desea iniciarse, sobre todo porque su digestión resulta más asequible y podrían atragantarse empezando por obras de más envergadura. En la ópera, como en todo, hay títulos más light y títulos más densos.
  • La media de edad es muy elevada. Aquí casi me tengo que rendir, lamentablemente se ven pocos treintañeros y casi ningún veinteañero, aunque los realizadores de las retransmisiones en el cine se empeñen en enfocar a todos los que encuentran. Pero, como principal objetivo de este blog, aquí estamos para cambiar eso, ¿o es que los jóvenes no tenemos buen gusto?

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